Para romper un corazón deben considerarse algunas cosas. Detalles que nunca resultan exactos, esperanzas de paz tan buenas como cualquiera. Y es por eso que romper corazones no es una tarea sencilla. Es una de esas cosas que todos evitan. Una consecuencia del tiempo, la juventud y de querer sentirse libre de vez en cuando.
Quentin era un niño muy normal en la escuela. Pertenecía al perfil bajo y neutral de la lista estudiantil. Jamás había roto un corazón en su vida y esperaba no tener que hacerlo nunca. Pero a veces las cosas aparecen en la agenda de la forma menos esperada. Un día se dio cuenta que ganar un poco de dinero no le caería nada mal y ese mismo día alguien le ofreció un trabajito bien pagado. Algo totalmente repentino y único: terminar una relación. Cortar con la novia de alguien en su nombre.
Y aunque al principio nos puede parece una tarea con la medida exacta de nerviosismo ajeno, la práctica pone a Quentin en la realidad del asunto. El negocio de romper corazones es un tema de dos lados. La relación y el mensajero. Pero el momento hace que los destinatarios de los mensajes de ruptura se dejen llevar, y eso nunca es un espectáculo agradable de ver.
En su vida común tiene solo dos amigos, Rob y Abby; una mamá que trabaja como mecánica en un taller y algo de tiempo libre. Así que técnicamente es la persona perfecta para convertirse en el Mensajero de corazones rotos. Si consideramos que cualquier persona con una vida no tan emocionante resulta idónea para el trabajo. Quentin nunca se ha caracterizado por su elocuencia ni porte. Quentin es Quentin. No tenía nada emocionante ni divertido en su vida más que anécdotas del pasado de niños en momentos vergonzosos.
Muchos pensarán que el trabajo es sencillo. Que uno debe hacer lo que le encargaron porque así son las cosas, y eso pensaba él al principio. No es su culpa que alguien sea tan cobarde como para mandar a alguien más a romper en su nombre. Tampoco fue su culpa que el asunto se convirtiera en un negocio que en ciertos momentos llega incluso a poner en riesgo su normalidad, sus amistades y hasta su vida.
Para aguantar las cosas negativas de ser el Mensajero, el protagonista descubre que en su interior guarda los detalles necesarios para combatirlas. Descubre un mejor Quentin que tenía que aprender algunas lecciones sobre la vida, y pasar algunos momentos emocionantes.
Esta es una historia divertida que comienza con preceptos básicos sobre la juventud y los noviazgos. Pero lo mejor es que termina siendo más de lo que promete. Constantemente las cosas suceden de la forma menos esperada, evidenciando la mala suerte de Quentin (aunque no la peor de todas).
Conforme va adquiriendo experiencia, el Mensajero se da cuenta que hacer sufrir a la gente enamorada es una forma bastante fea de ganar dinero. Honesta, pero fea. Y es más fea todavía cuando los destinatarios o sus clientes son gente difícil que pone en riesgo su existencia. Como es tan joven, es muy divertida la manera en que Quentin ve las posibles consecuencias de acuerdo a la personalidad de la persona a la que debe romperle el corazón. Se encuentra realizando uno de los trabajos más anónimos que puedan imaginarse, si tomamos en cuenta su contexto, su edad y la repentina necesidad de utilizarlo guardando el secreto para la próxima persona. De forma que todos en la escuela hablan y hablan del misterioso Mensajero al que nadie le gustaría encontrarse con unas flores y chocolates acompañando ese mensaje (que no es lo que pensé) que alguien a quien quieren pagó como servicio de lujo para romper su relación.
Lo imaginan de muchas maneras (la mayoría equivocadas) y cuestionan su moral ante lo horrible que es su labor.
Resulta que entregar los mensajes y tener una vida normal es una mezcla bastante caótica. Lo que lo llevará a tener varias aventuras. Aventuras que muchos, por más valientes que sean, preferirían no tener que repetir.
El pobre protagonista tiene varias cosas a las que enfrentarse, desde constantes malentendidos amistosos y familiares que le dan cuerda a sus decisiones, además de ese nuevo sentimiento que tanto conecta con su forma de ganar dinero y que nunca había sentido antes. Es un muchacho muy leal, profesional y considerado. Uno de esos amigos que a todos les gustaría tener (al menos a mí). No es que presente mucha personalidad, pues narra con su propia voz y no describe tanto de sí mismo como lo hace con los demás o los momentos. Esta historia es una comedia ligera que deja satisfechos a los que se atreven a conocerla.
Con una narración ágil y sincera Mensajero de corazones rotos pone a prueba la percepción del amor joven para todo el que conozca y viva la historia. Los detalles de la suerte, finales de experiencias.Un chico con el negocio exacto para enseñarle cómo moverse en territorios nunca precisos, jamás escritos o previstos. Todos crecemos junto al Mensajero, incluso cuando pensamos que ya lo habíamos logrado.Un libro plagado de buena voluntad. La visión del mensaje, el corazón y la renovación del sentimiento.
La frase:
"La sangre que me había hervido en las venas se enfrió rápidamente y me dejó con un deseo entumecido de retroceder y volver a intentar esa conversación.
-¿Sabes lo que te digo, Quentin? –me preguntó Rob-. Que tiene razón. Si de verdad has vendido tu alma, deberías volver y renegociar. Te están timando."
Mensajero de corazones rotos, Alenxander Vance. 286 p. Alfaguara, 2014
¡Hasta la próxima!
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